miércoles, 23 de abril de 2014

Manuscrito Iluminado: Beato de Liébana

The Dragon (Serpent) and the Woman of the Sun, The Silos Apocalypse, Silos, Spain, 1091 (text) and 1109 (decoration), 380 x 240 mm. Add. 11695, ff. 147v-148


Manuscrito Iluminado

a)    Descripción Técnica

Identificación: La Mujer Vestida de Sol y el Dragón, copia del Beato de Liébana del Monasterio de Santo Domingo de Silos.
Lugar: Monasterio de Santo Domingo de Silos, al sur de la provincia de Burgos en España, actualmente en el British Museum de Londres.
Datación: 1091 texto y 1109 decoración
Dimensiones: 380 x 240 mm.
Material: Pergamino
Estilo: Genero Beato, códices que contienen el texto del “Comentario al Apocalipsis” del monje Beato de Liébana. Técnica Miniaturas. Estilo Mozárabe.

b)    Análisis Histórico y Simbólico

Los Beatos son manuscritos realizados entre los siglos X y XI, que copian los comentarios de Beato de Liébana en el S. VIII sobre el Apocalipsis de San Juan. Beato fue un monje del Monasterio de Santo Toribio de Liébana (en su momento San Martín de Turieno) en Cantabria, cuyos Commentarium in Apocalypsin tuvieron una difusión enorme a lo largo de la Edad Media. La obra tiene como objetivo principal contradecir la tesis adopcionista (que Cristo era un simple ser humano elevado a la dignidad divina porque Dios lo adopta como hijo) que estaba defendiendo en esos momentos el obispo de Toledo Elipando.
La mayoría de estos códices son copias a los comentarios del Beato de Liébana de los que se conservan más de treinta, siendo los mejor conservados los procedentes de la Catedral de Girona, del Monasterio de San Pedro de Cardeña (Burgos), el Beato dedicado a Fernando I (o Beato Facundo) y el Beato de Silos, procedente del Monasterio de Santo Domingo.
El manuscrito La Mujer Vestida de Sol y el Dragón, es un Comentario de Beato de Liébana al Apocalipsis de San Juan, capítulo 12. El códice fue copiado en el scriptorium (escritorio) del monasterio de Santo Domingo de Silos.
A finales del siglo XI, los monjes Domingo y Muño comenzaron a transcribir la obra, 18 de abril de 1091, dieron fin a la labor de copia del texto. Finalizada su tarea, los monjes debieron pasar la obra, aún no encuadernada, a los iluminadores. Hacia el año 1100, sólo se había llevado a cabo una mínima parte de las miniaturas. En el siglo XVIII pertenecía al cardenal Antonio de Aragón, quien lo donaría al colegio de San Bartolomé de Salamanca, de donde pasó a la Biblioteca Real de Madrid. De ahí lo cogió José Bonaparte cuando fue rey de España, y fue vendido el 19 de junio de 1840, en un remate al British Museum.
La importancia de los beatos radica en su contexto histórico, realizados en una España cristiana subyugada cultural y militarmente por el Emirato y Califato de Córdoba, en una sociedad empobrecida y bárbara, algunos monasterios cristianos del norte fueron capaces de crear los manuscritos iluminados del Comentario al Apocalipsis de San Juan, obra original de Beato de Liébana.
Más allá de las discutibles influencias artísticas de Europa, del mundo musulmán, o del arte copto, las imágenes de los Beatos comportan una doble autonomía:
a) formal e iconográfica: su alto grado de estilización, su expresividad antinatural, su desmaterialización espacial y la vibración de sus colores, las transforman en creaciones absolutamente independientes del contexto artístico de la época;
b) autónomas en tanto no se limitan a acompañar el texto, sino que ocupan el folio entero y en muchos manuscritos conquistan la doble página.
“El Beato de Silos sigue la normativa de reproducir escenas del Apocalipsis y de seguir una estética de tintas planas, selección de tonos característicos siempre de gran intensidad, líneas de dibujo firme y variados convencionalismos como la superposición de la narración en registros horizontales, la desproporción de las figuras con fines expresivos y la ausencia de perspectiva. Aspectos que en realidad son los que definirán la pintura románica, marcada como estas ilustraciones por la necesidad de representar una vivencia espiritual y no un mundo de realidades. Es característico asimismo el encuadre de las escenas entre arquitecturas, que curiosamente insisten en la utilización de arcos de herradura y decoraciones de lacería, que ponen en relación su estilo con el del arte mozárabe y musulmán del que deriva[1]”.
“En el Apocalipsis de Silos, la imagen del encuentro entre San Miguel y la Serpiente primigenia queda dominada por la bestia de siete cabezas, cuya cola serpenteante está anudada como un lazo. Realizado en el monasterio de Silos entre 1073 y 1109, la importancia de esta escena queda subrayada por su disposición a doble página. En la imagen, un ejército de ángeles ataca a una bestia de siete cabezas y diez cuernos, que el texto que la acompaña identifica con el Diablo. La imagen luchando contra el dragón era una poderosa evocación de la batalla espiritual entre el Bien y el Mal, y un potente recordatorio de que los cristianos podían recurrir a la ayuda de los santos en sus propias batallas[2]”.
La ilustración está dominada por un gran dragón rojo de siete cabezas, con diez cuernos y siete coronas que representan los siete reinos, tres de ellas se vuelven contra la primera imagen de la mujer, dos se ocupan de ella y de anegarla cuando se va al desierto y las dos restantes se enfrentan a Miguel y a sus ángeles. El dragón se convierte en el eje vertebrador de la historia. Es un ser gigantesco y una de las figuras más hermosas concebidas por los miniaturistas, pese a su monstruosidad. Con el dragón se consigue el efecto de que se trata de siete serpientes distintas que se unen en la parte media de su cuerpo en un nudo; a partir de ahí todas se metamorfosean en una de larguísima cola. Con su cola, el dragón ha barrido una tercera parte de las estrellas del cielo, que simbolizan a los que parecen cristianos y no lo son.
El dragón lucha contra la mujer y los ángeles, persigue a la Iglesia, por eso acosa a la mujer. El agua que sale de la boca del dragón es el pueblo perseguidor de la Iglesia, mientras la tierra compasiva es Cristo. Sobre la cabeza de la mujer doce estrellas forman su corona, la corona de doce estrellas representa los coros de los doce padres, las doce tribus de Israel. Bajo sus pies se dispone el disco lunar invertido, la luna o media luna es un atributo precristiano entendido como principio femenino y aplicado a deidades íberas, romanas, etc. La fe cristiana ha visto en ella un elemento apocalíptico muy ligado a la iconografía de la Inmaculada Concepción. La mujer se repite en tres ocasiones.
A la derecha de la ilustración, la mujer alada lleva al hijo, Cristo, ante el trono de Dios. La característica mandorla circular es aquí rectangular y en ella está el Señor, el Niño y dos ángeles que flanquean el trono. Para indicar que se trata de un lugar más allá del cielo visible, se dibujan, varias estrellas que rodean la parte izquierda e inferior del pequeño cuadro donde están inscritos los tres personajes.
La mujer, que ha huido al desierto, es representada abajo a la izquierda con grandes alas, una hacia abajo y la otra desplegada, las dos alas que se entregan a la mujer son los dos testamentos. La mujer llega al desierto, el lugar de las serpientes y las bestias, porque Jesús había dicho que los suyos serían como ovejas entre lobos.
San Miguel alado, acompañado de dos ángeles, sostiene una lucha con el dragón, venciendo y derribando a Satanás y a sus ángeles.
La zona más sorprendente e inesperada está en la parte inferior derecha, Satanás se halla atado en las profundidades del pozo del abismo interpretado a modo de cepo, en torno a él se sitúan desnudos sus ángeles sin alas. Los ángeles victoriosos lanzan a una estancia de fuego los cadáveres de los que han seguido al dragón. En el centro, un ángel ata a Satanás en un mueble en el que tiene cogida la cabeza, los pies y las manos. Es un ser completamente negro, aunque se siluetee en rojo, desnudo y con una cabeza monstruosa.
El sol es la esperanza de la resurrección. Para Beato, la mujer vestida de sol personifica la Iglesia, y nada tiene que ver con la Virgen. Tanto el color como la composición imprimen a la ilustración un fuerte dramatismo. El dragón, que destaca por las cabezas y el colorido rojo, será derrotado por los ángeles lanceros, y ya vencido, contempla la caída de sus ángeles desnudos ápteros, prefiguración de los condenados en el Juicio Final.



[2] Alixe, Bovey. (2006). Monstruos y Grutescos en los Manuscritos Medievales. AyN Ediciones, Madrid.


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