En la historia de la
humanidad, siempre el ser humano ha luchado contra lo que es diferente, contra el
que está fuera de los límites (tanto geográficos como culturales). Lo vemos en
la biblia y sus constantes luchas entre pueblos distintos entre sí, por razones
territoriales, religiosas o culturales. También lo podemos ver en el antiguo
Egipto, que tomaba de esclavos a los pueblos que estaban fuera de sus límites,
lo mismo en la antigua Grecia, quienes apodaron como “bárbaros” a los pueblos
extranjeros y en el Imperio Romano, que se apropiaron del mismo concepto.
Hoy en día vemos algo similar
en los conflictos con oriente, en especial con los países musulmanes. Si bien las
guerras de hoy no son por estar fuera de los límites territoriales, sí lo son
por estar fuera de los límites culturales, al no compartir la misma religión ni
cultura. Para el hombre occidental del siglo XXI, los bárbaros serían los
orientales, a quienes no les entendemos su lengua, religión ni tradiciones.
Pero ¿cómo el concepto de
bárbaro se tornó tan importante en la historia del hombre, y tan determinante
en el curso de la civilización occidental?
En la época de la antigüedad
tardía, desde comienzos del siglo III, las fronteras del Imperio Romano se
vieron amenazadas por los germanos en el norte y los persas en el este. En el
siglo IV, los emperadores autorizaron el ingreso de pueblos germanos al Imperio
en calidad de federados (aliados) quienes recibían un pago anual a cambio de
asumir la defensa de la frontera frente a la presión de otras tribus bárbaras.
Los francos en 358, los visigodos en 367 y los vándalos en 409 recibieron este
trato. El ingreso, que en un comienzo fue lento, se transformó en una oleada
masiva cuando el pueblo estepario de los hunos ingresó a Europa en el año 370.
Una vez dentro del territorio imperial, los pueblos germanos rompieron los
vínculos federativos y crearon sus propios reinos, al tiempo que sus generales
asumían puestos de mando en el ejército de Roma y se unían a la aristocracia
romana por vínculos de sangre. De esta forma se describe el proceso de las
invasiones o migraciones bárbaras, determinantes en la formación de la actual
Europa.
Desde
la antigüedad los griegos y romanos describen como bárbaros a los pueblos
ajenos a los límites de sus imperios, el historiador Guy Halsall en su libro
Las Migraciones Bárbaras y el Occidente Romano, 376-568, indica que “el barbarus, era
alguien que hablaba una lengua ininteligible, literalmente alguien que
farfulla”. (P 61) El historiador Jacques Heers en su libro la Historia de la
Edad Media nos cuenta que:
“los griegos, como más tarde los romanos, llamaban bárbaros
a todos los pueblos claramente extranjeros, es decir, ajenos a su civilización,
sus modos de vida, sus estructuras económicas y sociales, su cultura e incluso
su lengua. De hecho, a lo largo del Imperio, se consideró bárbaro al hombre de
las estepas o de los bosques, nómada aun en los pueblos de agricultores y, en
todo caso, incapaz de asimilar la civilización grecorromana, esencialmente
urbana. El termino resulta especialmente útil para ocultar una casi total
ignorancia de los pueblos establecidos más allá del limes”. (P 14)
Más
tarde, “durante la lucha por el dominio en Italia y en el Mediterráneo, Roma se
apropió del vocabulario griego de bárbaro, de manera que para comienzos del
Imperio los bárbaros eran fundamentalmente quienes vivían más allá de los
límites políticos y se oponían al gobierno romano”. (Halsall P 61)
Tradicionalmente,
se estudia que la caída del Imperio Romano de occidente en el año 476 marca el
fin de la antigüedad y el comienzo de la edad media, y los historiadores han culpado
a las invasiones bárbaras y la barbarización del ejército romano como las principales
causas de la caída del Imperio. Debemos recordar que son múltiples las causas
del deterioro del Imperio, entre ellas las más estudiadas son las crisis
económicas, la adopción del cristianismo y los problemas administrativos para
gobernar las extensas zonas del Imperio. Los bárbaros si bien constituyen una
de las causas, según Guy Halsall cuando se les indica como culpables “rara vez
se explica su desplazamiento, excepto como una oleada primigenia hacia el
Mediterráneo, o la teoría del dominó tardoantiguo, iniciada por la presión de
los hunos”. (P 26)
Existen
diversas teorías y nuevas líneas de investigación que tratan este aspecto.
Dentro de estas líneas de investigación hay quienes creen que el Imperio Romano
de Occidente no cayó y que sufrió una transformación, una fusión entre el
catolicismo del Imperio Romano y sus instituciones y la cultura
bárbaro-germana, formando una nueva etapa en la historia de la humanidad, la
edad media que conocemos y que dio forma a la actual Europa.
El
historiador Jacques Heers propone que “más
que una caída parece un largo periodo de adaptación a un nuevo equilibrio
étnico, a nuevas estructuras políticas y sociales”. (P 11)
Guy
Halsall señala diversas teorías de esta continuidad, como la de Fustel de
Coulanges, quien “sostenía que las invasiones o migraciones en realidad habían
tenido poco efecto sobre la sociedad y las instituciones de la Galia. Muchas de
esas instituciones eran continuaciones de la situación romana, o eran nuevas
creaciones surgidas de los acontecimientos del periodo” (P 36), además cita la
tesis de Henry Pirenne quien “sostenía que el mundo romano era una unidad
económica en torno al Mediterráneo, que sobrevivió a las invasiones bárbaras
sin apenas cambios y sólo se colapsó cuando las conquistas árabes del siglo VII
rompieron la coherencia del Mediterráneo, separando el norte cristiano del sur
islámico”. (P 36)
Otra
teoría aceptada, propone la continuidad entre el Imperio Romano y la edad media
a través de la permanencia de la Iglesia y la institución imperial, a través de
la translatio Imperii que había
promovido el Papa Silvestre en la Navidad del año 800, al coronar como nuevo
emperador a Carlomagno.
También
dentro de estas nuevas líneas de investigación, sobre todo alemanas, que buscan
estudiar el pasado común y cómo las raíces germanas ayudaron a formar la Europa
actual, se encuentra la teoría de que las invasiones bárbaras en realidad
fueron migraciones. El historiador Guy Halsall nos indica que “el término "migraciones bárbaras"; (Völkerwanderung) apareció en el siglo
XVI, y en el XIX la idea de que todos los alemanes tenían un origen común en
estos bárbaros encontró una nueva vigencia política dentro del movimiento de la
unificación alemana”. (P 29)
Si bien efectivamente los bárbaros
entraron en el Imperio en masa huyendo de las invasiones de los hunos en el
siglo IV, debemos recordar que los bárbaros habían estado entrando al Imperio
desde la República y que tanto los francos y los godos entraron de forma
progresiva y pacífica al Imperio desde el siglo III, ocupando cargos
administrativos y en el ejército, en un proceso llamado la barbarización del ejército
romano.
Para
Jacques Heers se trató de migraciones lentas e inadvertidas que el Imperio
aprovechó para robustecer a su ejército,
“es más frecuente que los bárbaros se introduzcan en el
Imperio, sin enfrentamientos, en virtud de acuerdos de todo tipo que les abrían
pacíficamente el limes: se trataba de
infiltraciones lentas e inadvertidas, migraciones más que invasiones. Hacía
siglos que Roma reclutaba mercenarios bárbaros de caballería e infantería para
sus cuerpos auxiliares…” (P 13)
Existían
categorías en las relaciones que establecían los romanos con los bárbaros
asimilados, Halsell indica que:
“estaban los dediticii,
bárbaros que se habían rendido al Imperio y habían sido recibidos dentro del
Estado para su asentamiento. Probablemente eran el elemento más numeroso de la
población no romana. Otra categoría bastante extendida a partir del siglo III
fue la de los laeti: bárbaros
capturados por los romanos y asentados en la tierra más que ser inmediatamente
masacrados o arrojados a las bestias, como era lo habitual… También estaban los
foederati, bárbaros en una relación
de tratado (foedus) con el Imperio,
pero en el siglo IV estos bárbaros vivían completamente fuera de las fronteras
imperiales efectivas”. (P 167-168)
Los
bárbaros aprovechaban la hospitalidad romana a través de los tratados
o foedus,
en el cual ambos se comprometían a asistencia mutua entre el Imperio y el
pueblo bárbaro.
“La ambición de los bárbaros era arrancar de los romanos la
hospitalidad que les aseguraba tierras a cambio de servicios militares y de
respetar la legislación del Imperio. De esta forma, tribus, poblaciones o
pueblos enteros obtenían un foedus,
esto es, un tratado que precisaba las condiciones de asentamiento de los
confederados en tierras abandonadas o en dominios de los grandes propietarios
romanos. Estos acuerdos, que revitalizaban ciertas tradiciones propias del
asentamiento de los soldados del ejército imperial en campaña, atribuían a cada
familia bárbara una parte –sors- de
las tierras del huésped (el tercio o
los dos tercios según los casos), mientras que los bosques y pastos permanecían
a menudo indivisos”. (Heers P 14)
Esta absorción de migrantes
fue un proceso largo y que se acentuó en el siglo IV cuando los hunos avanzaron
hacia occidente, en lo que comúnmente se denomina las invasiones bárbaras. Más
que una invasión, este proceso consistió en la absorción de refugiados bárbaros
en los límites del Imperio, quienes huían de los hunos. Le Goff indica que los
pueblos bárbaros que entraron al Imperio, lo hicieron por miedo y desesperación
ante la llegada de los hunos, “los invasores son fugitivos presionados por algo
más fuerte o más cruel que ellos. Su crueldad es con frecuencia la crueldad de
la desesperación, sobre todo cuando los romanos les niegan el asilo que ellos
piden con frecuencia de forma pacífica”. (P 22)
Según Le Goff el proceso de
absorción de los pueblos bárbaros se ve en la administración del Imperio, en
donde hacía siglos que los bárbaros ostentaban puestos de poder,
“la
gran crisis del siglo III socava el edificio. La unidad del mundo romano se
esfuma: el corazón, Roma e Italia, se anquilosa, ya no riega los miembros que
intentan vivir su propia vida: las provincias se emancipan y después se
convierten en conquistadoras. Españoles, galos y orientales invaden el senado.
Los emperadores Trajano y Adriano son españoles y Antonino, de ascendencia
gala; bajo la dinastía de los Severos, los emperadores son africanos y las emperatrices
sirias. El edicto de Caracalla concede en el 212 el derecho de ciudadanía
romana a todos los habitantes del Imperio. Tanto este ascenso provincial como
el éxito de la romanización muestran el ascenso de fuerzas centrífugas. El
Occidente medieval será el heredero de esta lucha: ¿unidad o diversidad?,
¿cristiandad o naciones?” (P 20)
Existía una interacción
cultural entre bárbaros y romanos en las fronteras del Imperio, además desde
hacía mucho tiempo que algunos pueblos bárbaros se integraron completamente al
Imperio, llegando a ostentar puestos en la administración romana y en el propio
ejército.
“El Ejército era, como siempre había sido, una comunidad en
sí misma, desarrollando su propio conjunto de identidades. Lo que es
interesante para nuestros propósitos es que en el Bajo Imperio estas
identidades estaban claramente construidas en torno la imaginería "bárbara";. Esto era así en parte porque el Ejército reclutaba
mucho en las regiones más allá de la frontera, de manera que muchos hombres y
oficiales eran bárbaros. Sin embargo, los romanos siempre habían empleado
tropas bárbaras y probablemente se ha sobreestimado hasta qué punto el Ejército
estaba siendo "barbarizado"; antes del 400 aproximadamente”. (Halsall
P 117-118)
No
solo los romanos se beneficiaron de las relaciones con los bárbaros, éstos
también sacaban provecho del Imperio a través de las instituciones romanas, de
las cuales eran admiradores. Esta admiración hizo que los bárbaros adoptaran
fácilmente las costumbres romanas, y las continuaran a pesar de la “caída del
Imperio”,
“queda en pie no obstante la atracción que ejercía la
civilización romana sobre los bárbaros. Los jefes bárbaros no sólo se rodearon
de romanos como consejeros, sino que intentaron adoptar con frecuencia las
costumbres romanas y dotarse de títulos romanos: cónsules, patricios, etc. No
se presentaban como enemigos, sino como admiradores de las instituciones
romanas. Se les podría tomar todo lo más como usurpadores. No eran más que la
última generación de esos extranjeros, españoles, galos, africanos, ilirios, orientales
que, poco a poco, habían llegado hasta las más altas magistraturas y al
Imperio. Más aún: ningún soberano bárbaro osó erigirse a sí mismo en emperador.
Cuando Odoacro depone en el 476 al emperador de Occidente Rómulo Augústulo,
envía al emperador Zenón en Constantinopla, las insignias imperiales diciéndole
que un solo emperador es suficiente. «Apreciamos más los títulos conferidos por
los emperadores que los nuestros», escribe un rey bárbaro a un emperador. El
más poderoso de ellos, Teodorico, toma el nombre romano de Flavio, escribe al
emperador: ego qui sum servus vester et filius, «yo, que soy vuestro
siervo y vuestro hijo», y le declara que su única ambición es hacer de su reino
«una imitación del vuestro, una copia de vuestro imperio sin rival». Hay que
esperar al año 800 y a Carlomagno para que un jefe bárbaro ose hacerse
emperador”. (Le Goff P 26)
Los reyes de estos reinos bárbaros
tomaban nombres romanos y seguían respetando las costumbres y rituales del
Imperio. A pesar de que Clodoveo, Teodorico y Alarico pusieron fin al Imperio,
y otros pueblos bárbaros llegarían más tarde, como los lombardos, los Anglos y
los Sajones, respetaban la tradición romana, y cambiaron las insignias
germánicas por las romanas. A la llegada de estos pueblos bárbaros se produjo
una mezcla cultural donde nació la civilización medieval, con aportes de
romanos y bárbaros.
Si bien la visión de los
bárbaros con el paso del tiempo quedó detenida en la edad media, la carga
simbólica del concepto bárbaro se traspasó a la de extranjero. Hoy tenemos
presidentes que quieren construir muros para evitar las migraciones, tenemos
países que se niegan a aceptar refugiados de guerras que ellos mismos empezaron
y tenemos una sociedad que no acepta la diversidad y discrimina al migrante. Si
antes el bárbaro era la persona que vivía fuera de los límites del imperio
romano, con una religión e idioma distinto, y con tradiciones diferentes, hoy
se replica en el extranjero que viene de otro país, y que muchas veces no tiene
nada de diferente a nosotros, más que su color de piel, pero se les sigue
tratando como diferentes.
Es curioso que los llamados
pueblos bárbaros de la edad media, hoy ostenten el titulo de los países
desarrollados, con economías fuertes y liderando la Unión Europea, y que
durante la historia reciente hayan protagonizado dos de las guerras más
inhumanas de las que se tengan registro.
El ser humano se ha movido por
la faz de la tierra desde que apareció hace miles de años, las migraciones han
sido una constante en los pueblos y civilizaciones de nuestra historia. Estas
migraciones han conformado el mapa actual de nuestro mundo, si bien las
invasiones del siglo IV, a las que muchas veces la historia las ha tildado de
violentas, influyeron en la creación de las naciones europeas, no debemos
olvidar que existieron otras migraciones mucho más violentas y protagonizadas
por hombres europeos, supuestamente no bárbaros, quienes no dudaron en cruzar
océanos y dominar otros pueblos, como es el caso de América y África.
Bibliografía
·
Halsall, Guy. Las Migraciones Bárbaras y el Occidente Romano,
376-568. Valencia: Editorial Publicaciones Universitat de Valencia, 2012.
Impreso.
·
Heers, Jacques. Historia de la Edad Media. Barcelona:
Editorial Labor, 1984. Impreso.
·
Le Goff, Jacques. La Civilización del Occidente Medieval.
Barcelona: Editorial Paidós, 1999. Impreso.
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