“Hay
ciudades con mito y ciudades sin mito, escribe Gonzalo Rojas, acuñando una frase poética memorable: Y alguna vez
lo habré dicho: no basta con amar Valparaíso; hay que merecerlo…[1]”
Valparaíso es una fuente de
inspiración para muchos artistas, entre ellos grandes poetas como Pablo Neruda, Gabriela Mistral, Nicanor
Parra, y tantos otros, es evocación de escritores y músicos, que plasman
sus peculiaridades y su naturaleza en sus obras y canciones y han ayudado a
alimentar el imaginario[2]
del puerto a lo largo de su historia.
Pero,
¿Qué tiene Valparaíso que atrae a tantos pintores, cineastas y escritores? ¿Qué
vio en sus escaleras Neruda? ¿Qué vio en sus paisajes Lukas? ¿Qué enamoró a
tantos músicos que le han dedicado sus melodías? ¿Qué tienen sus cerros que
embrujan a los turistas?
El
puerto ha sabido cautivar a grandes artistas visuales, quienes a través de sus
obras han plasmado hasta los rincones más escondidos del puerto, desde
panorámicas de la bahía en las pinturas del alemán Mauricio Rugendas,
los naufragios en la bahía y los barcos del inglés Charles Wood, los retratos del porteño Alfredo Valenzuela Puelma, pasando por los cerros y sus humildes
habitantes en las obras de Juan Francisco
González hasta llegar al porteño Camilo Mori quién
pintó a los porteños y sus cerros. Otro artista destacado es el italiano Renzo
Pecchenino, más conocido como Lukas, quién
dibujo a la sociedad porteña y sus paisajes en sus caricaturas, reconocidas
hasta el día de hoy como un retrato de la idiosincrasia de la época.
El
séptimo arte también ha sabido de Valparaíso, el holandés Joris Ivens retrató la magia porteña en su documental A Valparaíso del año 1963, en donde
plasmó las particularidades de la arquitectura porteña, su estructura y
aparente caos mezclado con una crítica social a la otrora ciudad próspera del
pasado, que por aquel entonces atravesaba problemas económicos y sociales. Otro
cineasta que también mostró Valparaíso pero desde una mirada más amarga fue el
porteño Aldo Francia con sus dos
únicos largometrajes Valparaíso mi Amor y
Ya no Basta con Rezar, en donde
destaca el Valparaíso de los pobres y necesitados, el Valparaíso de los cerros,
un Valparaíso más real. En la actualidad el puerto tiene continuas apariciones
en películas, teleseries y series nacionales e internacionales.
No
se quedan atrás los músicos que también han sido cautivados por Valparaíso, es
así que existe una gran cantidad de canciones dedicadas al puerto, entre ellas
las más destacadas evocan ese aire nostálgico de sus cerros y de otros tiempos,
la muerte, la pobreza, y la bohemia se combinan en sus letras, destacando la
más famosa de todas Valparaíso de Osvaldo Rodríguez en donde se muestra
una cara triste de Valparaíso aludiendo a las diferencias sociales existentes,
también destaca La Joya del Pacífico
de Víctor Acosta en sus diversas
versiones, es una de las pocas canciones que no hablan de tristeza y evoca el
imaginario que se muestra del puerto. Otras canciones conocidas son: Cuando Valparaíso de Quilapayún, Valparaíso en la Noche de Ángel
Parra y Valparaíso de Patricio Manns.
Sin
embargo el campo que más ha aportado en enriquecer el imaginario de Valparaíso
es la literatura. Exponentes como Pablo
Neruda un fiel amante porteño que dedicó varios de sus poemas al puerto y a
sus escaleras interminables, Manuel Rojas
quien relató sus experiencias en Hijo de
Ladrón y Lanchas en la Bahía,
Salvador Reyes y su Puerto de
Nostalgias, Joaquín Edwards Bello
y Valparaíso Ciudad del Viento, Gonzalo Rojas y la fundación de
Valparaíso, el “poeta nacional” Víctor
Domingo Silva, Carlos Pezoa Veliz, Juan
Uribe Echevarría, Sara Vial, Ennio Moltedo, Roberto Ampuero y un largo etc.
de escritores y poetas que han retratado algún aspecto del puerto y que han
enriquecido la magia que rodea a Valparaíso.
Estos
artistas, cineastas y escritores enamorados de Valparaíso, están embrujados por
la magia del puerto, su amor a los cerros y a su bahía, les atrae su
arquitectura desordenada y la verticalidad de sus barrios, los golpea el amor a
primera vista del aparente caos de la ciudad que tiene su lenguaje propio, disfrutan
de la bohemia y de los bares porteños y han sabido apreciar las
particularidades del puerto y del porteño, la identidad y lo especial de cada
rincón del puerto desde sus escaleras, calles y casas, hasta su espectacular
vista al mar.
Los artistas mejor
que nadie han visto en el puerto una imagen pintoresca de la gente de los
cerros, han visto en la vida de la gente humilde algo que les llama la
atención, han resaltado su forma de vivir, sus costumbres y han tomado algo de
ellos para sus poemas. Han citado su forma de amar, de convivir, de sentir y de
pensar, han visto algo poético en la forma en que cuelgan las ropas de las
casas comparándolas con banderas y de cómo éstas casas se abalanzan sobre el
mar como queriendo hundirse en él, pero que a su vez huyen hacia los cerros de
los azotes que el mar da. El puerto sólo muestra su belleza a aquellos ojos que
de verdad quieren verla, se deja sentir por aquellos que realmente quieren
recorrer el puerto y sentirlo, sentir su piel de mar, arena y tierra, sentir su
aroma que azota junto con el viento al plan y a los cerros.
Así
también los turistas han sido embrujados por Valparaíso, sus cerros tienen ese
atractivo de mirar hacia el mar, el puerto es una puerta de entrada y salida
para la imaginación y los sueños, la libertad y la sensación de ver y tener
todo desde lo alto de los cerros es lo que alimenta el deseo de vivir en ellos,
de formar parte del imaginario de Valparaíso.
[1]P. 241. BROWNE,
Allan. Hay Ciudades con Mito. En:
Consejo de Rectores V Región. Letras en
Valparaíso. 2010.
[2]“«El imaginario es,
según Cornelius Castoriadis, una creación incesante de figuras/formas/imágenes,
a partir de las cuales solamente puede uno referirse a algo» (citado en
Vergara, 2001: 46). Los imaginarios sociales se construyen entonces a partir de
las percepciones y su tratamiento subjetivo por parte de los individuos. Sin
embargo, en esta construcción individual intervienen varios factores que
remiten al acervo de conocimientos que el individuo ha adquirido a partir de su
interrelación con los demás en un contexto social dado; igualmente, a otra
escala, es evidente que intervienen mecanismos, entre otros los medios masivos
de comunicación, que propician orientaciones en el sentir colectivo sin que
ello implique que el individuo sea incapaz de reaccionar frente a los estímulos
propuestos por los medios”. P.113. HIERNAUX, Daniel. Los Imaginarios del Turismo Residencial: Experiencias Mexicanas. En:
MAZON, Tomás, HUETE, Raquel y MANTECON, Alejandro (Eds.) Turismo,
Urbanización y Estilos de Vida. Las Nuevas Formas de Movilidad Residencial.
Editorial Icaria. Barcelona. 2009. “El concepto de imaginario urbano apunta la
existencia de una paradoja entre la “ciudad real” y la “ciudad imaginada”:
mientras la primera puede ser concebida como el conjunto de estadísticas, mapas
y otro tipo de mediciones objetivas sobre un espacio urbano determinado,
la segunda indica las percepciones de los habitantes respecto al lugar que
ellos habitan, tratándose de un conocimiento subjetivo que se sustenta
en la vida cotidiana. Desde este ángulo, una ciudad tiene una serie de
imaginarios, los cuales representan distintos mapas cognitivos sobre cómo los
habitantes viven en un territorio definido como común. Quienes viven en una
ciudad nunca la conocen por completo, pero aun así tienen una imagen de
aquellos barrios y lugares que no han visitado o que tan sólo han divisado”. P.
13. MORENO, Carolina, ROVIRA, Cristóbal.
Imaginarios: Desarrollo y Aplicaciones de un Concepto Crecientemente Utilizado
en las Ciencias Sociales. Investigación para la Política Pública,
Desarrollo Humano, HD-08-2009, Programa
de las Naciones Unidad para el Desarrollo, Dirección Regional para América
Latina y el Caribe RBLAC-UNDP, New York, 2009.
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