The Dragon (Serpent) and the Woman of the Sun, The Silos Apocalypse, Silos, Spain, 1091 (text) and 1109 (decoration), 380 x 240 mm. Add. 11695,
ff. 147v-148
Manuscrito Iluminado
a)
Descripción Técnica
Identificación: La Mujer Vestida de Sol y el
Dragón, copia del Beato de Liébana del Monasterio de Santo Domingo de Silos.
Lugar: Monasterio de Santo Domingo de
Silos, al sur de la provincia de Burgos en España, actualmente en el British
Museum de Londres.
Datación: 1091 texto y
1109 decoración
Dimensiones: 380 x 240 mm.
Material:
Pergamino
Estilo: Genero Beato, códices que contienen
el texto del “Comentario al Apocalipsis” del monje Beato de Liébana. Técnica
Miniaturas. Estilo Mozárabe.
b)
Análisis Histórico y Simbólico
Los Beatos son manuscritos realizados entre los siglos
X y XI, que copian los comentarios de Beato
de Liébana en el S. VIII sobre el Apocalipsis
de San Juan. Beato fue un monje del Monasterio de Santo Toribio
de Liébana (en su momento San Martín de Turieno) en Cantabria, cuyos Commentarium in Apocalypsin tuvieron una
difusión enorme a lo largo de la Edad Media. La obra tiene como objetivo
principal contradecir la tesis adopcionista (que Cristo era un simple
ser humano elevado a la dignidad divina porque Dios lo adopta como hijo) que
estaba defendiendo en esos momentos el obispo de Toledo Elipando.
La mayoría de estos códices son copias a los
comentarios del Beato de Liébana de los que se conservan más de treinta, siendo
los mejor conservados los procedentes de la Catedral de Girona, del Monasterio
de San Pedro de Cardeña (Burgos), el Beato dedicado a Fernando I (o Beato Facundo) y el Beato de Silos,
procedente del Monasterio de Santo Domingo.
El manuscrito La Mujer Vestida de Sol y el Dragón, es un
Comentario de Beato de Liébana al Apocalipsis de San Juan, capítulo 12. El
códice fue copiado en el scriptorium
(escritorio) del monasterio de Santo Domingo de Silos.
A finales del siglo XI, los monjes
Domingo y Muño comenzaron a transcribir la obra, 18 de abril de 1091, dieron
fin a la labor de copia del texto. Finalizada su tarea, los monjes debieron
pasar la obra, aún no encuadernada, a los iluminadores. Hacia el año 1100, sólo
se había llevado a cabo una mínima parte de las miniaturas. En el siglo XVIII
pertenecía al cardenal Antonio de Aragón, quien lo donaría al colegio de San
Bartolomé de Salamanca, de donde pasó a la Biblioteca Real de Madrid. De ahí lo
cogió José Bonaparte cuando fue rey de España, y fue vendido el 19 de junio de
1840, en un remate al British Museum.
La importancia de los
beatos radica en su contexto histórico, realizados en una España cristiana
subyugada cultural y militarmente por el Emirato y Califato de Córdoba, en una
sociedad empobrecida y bárbara, algunos monasterios cristianos del norte fueron
capaces de crear los manuscritos iluminados del Comentario al Apocalipsis de
San Juan, obra original de Beato de Liébana.
Más allá de
las discutibles influencias artísticas de Europa, del mundo musulmán, o del
arte copto, las imágenes de los Beatos comportan una doble autonomía:
a) formal e
iconográfica: su alto grado de estilización, su expresividad antinatural, su
desmaterialización espacial y la vibración de sus colores, las transforman en
creaciones absolutamente independientes del contexto artístico de la época;
b) autónomas
en tanto no se limitan a acompañar el texto, sino que ocupan el folio entero y
en muchos manuscritos conquistan la doble página.
“El Beato de Silos sigue la normativa de reproducir
escenas del Apocalipsis y de seguir una estética de tintas planas, selección de
tonos característicos siempre de gran intensidad, líneas de dibujo firme y
variados convencionalismos como la superposición de la narración en registros
horizontales, la desproporción de las figuras con fines expresivos y la
ausencia de perspectiva. Aspectos que en realidad son los que definirán la
pintura románica, marcada como estas ilustraciones por la necesidad de
representar una vivencia espiritual y no un mundo de realidades. Es
característico asimismo el encuadre de las escenas entre arquitecturas, que
curiosamente insisten en la utilización de arcos de herradura y decoraciones de
lacería, que ponen en relación su estilo con el del arte mozárabe y musulmán
del que deriva[1]”.
“En el Apocalipsis de Silos, la imagen
del encuentro entre San Miguel y la Serpiente primigenia queda dominada por la
bestia de siete cabezas, cuya cola serpenteante está anudada como un lazo.
Realizado en el monasterio de Silos entre 1073 y 1109, la importancia de esta
escena queda subrayada por su disposición a doble página. En la imagen, un
ejército de ángeles ataca a una bestia de siete cabezas y diez cuernos, que el texto
que la acompaña identifica con el Diablo. La imagen luchando contra el dragón era
una poderosa evocación de la batalla espiritual entre el Bien y el Mal, y un potente
recordatorio de que los cristianos podían recurrir a la ayuda de los santos en sus
propias batallas[2]”.
La ilustración está dominada por un
gran dragón rojo de siete cabezas, con diez cuernos y siete coronas que
representan los siete reinos, tres de ellas se vuelven contra la primera imagen
de la mujer, dos se ocupan de ella y de anegarla cuando se va al desierto y las
dos restantes se enfrentan a Miguel y a sus ángeles. El dragón se convierte en
el eje vertebrador de la historia. Es un ser gigantesco y una de las figuras
más hermosas concebidas por los miniaturistas, pese a su monstruosidad. Con el
dragón se consigue el efecto de que se trata de siete serpientes distintas que
se unen en la parte media de su cuerpo en un nudo; a partir de ahí todas se
metamorfosean en una de larguísima cola. Con su cola, el dragón ha barrido una tercera parte de
las estrellas del cielo, que simbolizan a los que parecen cristianos y no
lo son.
El dragón lucha contra la mujer y los
ángeles, persigue a la Iglesia, por eso acosa a la mujer. El agua que sale de
la boca del dragón es el pueblo perseguidor de la Iglesia, mientras la tierra
compasiva es Cristo. Sobre la cabeza de la mujer doce estrellas forman su
corona, la corona de doce estrellas representa los coros de los doce padres,
las doce tribus de Israel. Bajo sus pies se dispone el disco lunar invertido,
la luna o media luna es un atributo precristiano entendido como principio
femenino y aplicado a deidades íberas, romanas, etc. La fe cristiana ha visto
en ella un elemento apocalíptico muy ligado a la iconografía de la Inmaculada
Concepción. La mujer se
repite en tres ocasiones.
A la derecha de la ilustración, la mujer alada lleva
al hijo, Cristo, ante el trono de Dios. La
característica mandorla circular es aquí rectangular y en ella está el Señor,
el Niño y dos ángeles que flanquean el trono. Para indicar que se trata de un
lugar más allá del cielo visible, se dibujan, varias estrellas que rodean la parte izquierda e inferior
del pequeño cuadro donde están inscritos los tres personajes.
La mujer, que ha huido al desierto, es representada
abajo a la izquierda con grandes alas, una hacia abajo y la otra desplegada, las dos alas
que se entregan a la mujer son los dos testamentos. La mujer llega al desierto, el
lugar de las serpientes y las bestias, porque Jesús había dicho que los suyos
serían como ovejas entre lobos.
San Miguel alado, acompañado de dos ángeles, sostiene
una lucha con el dragón, venciendo y derribando a Satanás y a sus ángeles.
La zona más sorprendente e inesperada
está en la parte inferior derecha, Satanás se halla atado en las profundidades del pozo
del abismo interpretado a modo de cepo, en torno a él se sitúan desnudos sus
ángeles sin alas.
Los ángeles victoriosos lanzan a una estancia de fuego los cadáveres de los que
han seguido al dragón. En el centro, un ángel ata a Satanás en un mueble en el
que tiene cogida la cabeza, los pies y las manos. Es un ser completamente
negro, aunque se siluetee en rojo, desnudo y con una cabeza monstruosa.
El sol es la esperanza de la
resurrección. Para Beato,
la mujer vestida de sol personifica la Iglesia, y nada tiene que ver con la
Virgen. Tanto el color como la composición imprimen a la ilustración un fuerte
dramatismo. El dragón, que destaca por las cabezas y el colorido rojo, será
derrotado por los ángeles lanceros, y ya vencido, contempla la caída de sus
ángeles desnudos ápteros, prefiguración de los condenados en el Juicio Final.
[2] Alixe, Bovey.
(2006). Monstruos y Grutescos en los Manuscritos Medievales. AyN Ediciones,
Madrid.
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