Tradicionalmente estudiamos la
historia a través de una periodización que se ha establecido por los
historiadores, cortando la historia en pedazos para estudiarla por partes. Esta
periodización es subjetiva de acuerdo a los criterios estudiados por cada
historiador y está amparada por la corriente historiográfica de moda en ese
momento. Al cortar la historia en trozos desiguales, en donde cada periodo con
características similares forma parte de alguna etapa de desarrollo de la
humanidad, generalizamos el estudio de determinadas culturas en un tiempo y
espacio delimitado, lo que para efectos educativos es útil, pero cayendo en
graves errores historiográficos.
El historiador Jacques Le Goff
en su libro ¿Realmente es necesario cortar la historia en rebanadas?, indica
que,
“Si bien la periodización ofrece una ayuda
para el control del tiempo, o más bien para su empleo, en ocasiones hace surgir
problemas de apreciación del pasado. Periodizar la historia es un acto
complejo, a la vez cargado de subjetividad y de esfuerzo por producir un
resultado aceptable para la gran mayoría”. (13)
Con este sistema de estudio de
la historia, una de las etapas o edades más perjudicada ha sido la mal llamada
edad media, que ha quedado confinada a un espacio de tiempo entre el esplendor
de la edad antigua de Grecia y Roma y la edad moderna con el Renacimiento.
Tradicionalmente se ha
definido el inicio de la edad media con la caída del Imperio Romano de
Occidente en el año 476 y su término en el año 1453 con la caída del Imperio
Romano de Oriente, pero como la historia es multicausal, también se considera
el proceso de las invasiones bárbaras como un inicio de la decadencia del
imperio y con ello el comienzo de la edad media, y también es muy aceptado como
fin de esta etapa los descubrimientos geográficos, como el de América (que
había sido descubierta por los vikingos varios siglos antes), y la invención de
la imprenta (que supuso la industrialización de la cultura, que supuestamente
estaba oculta en este periodo).
Le Goff señala:
“Hemos visto que la idea de un periodo
nuevo que se opone a uno precedente, este último considerado como una fase de
oscuridad que daba paso a las luces , fue propuesta por primera vez por el
poeta italiano Petrarca en el siglo XIV. Para él, el glorioso periodo
grecorromano, terminado en el siglo IV, habría sucedido por un tiempo de
“barbarie” y “tinieblas” de “oscurantismo” de la civilización. Era necesario,
según él, regresar a los modos de pensamiento y escritura de los “Antiguos”. (36).
Y con esta imagen comúnmente
aceptada, se creó el concepto de edad media, como una edad entre medio de la
antigüedad y el renacimiento.
Esta periodización de la
historia, ha resultado bastante desventajosa para la edad media, que desde el
siglo XIV ha debido cargar con los prejuicios de ser el periodo entre dos
etapas de esplendor en la historia de la humanidad, según Le Goff,
“La hostilidad, e incluso el desprecio,
que experimentó y muchas veces manifestó la elite cultural de la época llamada
Renacimiento hacia la Edad Media a partir del siglo XIV, y que se haría más
patente en el siglo XV y sobre todo a lo largo del XVI, se transformó e incluso
agravó más tarde, particularmente en el siglo XVIII, a causa de los ilustrados
del Siglo de las Luces. Estos pensadores llegaron incluso a calificar la Edad
Media como una época de oscurantismo. Dark Ages en inglés. Tal condenación de
la edad media se basaba sobre todo en la necesidad de los hombres del Renacimiento
de volver a la Antigüedad clásica y a sus grandes maestros (Aristóteles y
Platón en Grecia, Cicerón y Seneca en Roma), que el pensamiento medieval habría
ignorado y contra quienes se habría afirmado”. (57)
El primer problema que surge
de estudiar la historia basada en periodos, es la periodización subjetiva con
la que se trata a cada periodo, estudiando muchas veces distintas culturas y
continentes bajo el mismo prejuicio, siendo muchas veces etapas de desarrollo
distintas entre sí. Comúnmente los historiadores encasillamos a las culturas de
Mesopotamia, Egipto, China e India como los orígenes de la humanidad, y se mete
en el mismo saco distintos procesos y estadios culturales sin ahondar
mayormente en las características propias de cada cultura, perdiendo muchos
detalles importantes que hacen de cada cultura algo particular y distinta a la
otra.
Para Jacques Heers, en su
libro la invención de la edad media,
“La división de la historia del pasado en
periodos bien distintos, claramente individualizados, responde efectivamente a
preocupaciones pedagógicas. No es de ayer. Su inventor fue el estudioso alemán
Christophe Keller, llamado Cellarius, que no era en absoluto un historiador
sino un “infatigable autor de manuales”. Después de un primer libro consagrado
a la Historia antigua (1658), hizo publicar otra obra cuyo título le planteó
sin duda más problemas; fue, en 1688, la Historia de la Edad Media desde los
tiempos de Constantino el Grande hasta la toma de Constantinopla por los
turcos. De repente, todo aparecía simple y con limites claramente fijados… ¡Y
esa división iba a durar mucho tiempo! La denominación de Edad Media,
despreciativa sin duda, adquirió a partir de entonces otro espesor que no iba a
perder en el futuro. Hasta entonces, numerosos autores habían utilizado, desde
el siglo XV y de forma generalizada a partir de entonces, distintas expresiones
sin duda equivalentes o casi (media tempesta, media aetas o media antiquitas),
aunque no se trató más que de “vagos ensayos para situar cronológicamente a
escritores que no habían sido ni antiguos ni modernos”. Desde entonces, el
término “Edad Media” quedó bien fijado, entró obligatoriamente en el lenguaje
corriente, y las palabras se cargaron de sentido: herencia de los humanistas
italianos, y, también, acción determinada de los historiadores protestantes.
Éstos, “encarnizados contra la Iglesia medieval y contra todo lo que ésta
hubiera producido, aportaron un nuevo contenido a esa época intermedia” De tal
forma que esa división del pasado en tres periodos (antiguo, medieval y
moderno; el contemporáneo llego más tarde) fue muy probablemente consecuencia
de estas dos corrientes de ideas”. (28)
A la edad media se le encasilla
en un periodo de tiempo de alrededor de diez siglos, en donde generalmente se clasifica
con diversos prejuicios a una parte importante del mundo, en donde confluyeron
distintos e importantes procesos que dieron forma al mundo como lo conocemos
hoy. Según Heers,
“Además, al hablar de la caída del Imperio
romano en los siglos IV o V, ¿no estamos privilegiando deliberadamente a
Occidente y a sus crisis políticas? ¿No estamos imponiendo de una forma muy
arbitraria una división del Mediterráneo, al separar Italia y España de
Constantinopla? ¿No estamos relegando las civilizaciones cristianas de Oriente
a la categoría de sociedades marginales; o acaso no las estamos ignorando
completamente? Esos cortes no se justifican. Llevan a ignorar el mantenimiento
de las instituciones y de la noción de imperio en torno a Bizancio; tienden a
borrar la reconquista, por parte de los generales de Justiniano, de la casi
totalidad de Italia, y de las provincias litorales de España y de África.
Occidente se trata de forma aislada, para de repente redescubrir en el siglo XI
a los países bizantinos y a los que se han convertido en musulmanes en ese
lapso de tiempo; la historia de Oriente se aborda entonces solamente como
preludio de la historia de las cruzadas”. (32)
Al representar y caracterizar
un largo periodo de tiempo con distintas civilizaciones y procesos culturales,
comúnmente generalizamos a ese periodo con características que no son iguales
en tiempo y espacio, según Heers,
“Las alusiones o referencias a la edad
media, lanzadas sin precisar nada, salpican no obstante numerosos discursos y
escritos. Día tras día, libro tras libro, leemos, de la pluma de autores
llegados de horizontes diversos, formulas del tipo de “en la edad media” o “en
la época medieval”; ¡y no hablemos de las civilizaciones, de las mentalidades o
de las espiritualidades medievales! Todas ellas son formulas vagas,
desprovistas de todo significado. ¿De quién o de qué queremos hablar? ¿De los
tiempos de Meroveo, de Hugo Capeto, de Juana de Arco o de los primeros Médicis?...”
(37)
El segundo problema que surge
de esta forma de ver la historia, es nuestra visión occidental de tratar de
encasillar la historia mundial bajo nuestra perspectiva, dejando de lado
importantes procesos que ocurren en oriente, lo que genera un desconocimiento
del otro, y muchas veces un desentendimiento con esas culturas, es cosa de ver
la ignorancia del hombre occidental de hoy en cuanto a lo que sucede en Asia o
África.
Para Umberto Eco,
“La edad media no es un periodo exclusivo
de la cultura europea occidental. Tenemos tanto al medioevo occidental como el
medioevo del Imperio de Oriente (que continúo vivo después del esplendor de
Bizancio y se prolongó durante 1.000 años después de la caída de Roma). Ahora
bien, en estos mismos siglos florece una esplendorosa cultura árabe, mientras
que, a lo largo de Europa, se difunde, de manera más o menos clandestina pero
no por ello menos viva, la cultura judía. Los confines entre estas tradiciones
diversas no estaban entonces tan marcados como lo están ahora (la imagen del
desencuentro entre musulmanes y cristianos surgió solo después de las
Cruzadas)”. (13)
En la actualidad, se hace
necesaria una relectura sobre las civilizaciones orientales de la edad media,
para comprender el profundo conflicto que vive el mundo hoy. Y es que es
necesario estudiar las bases de los conflictos que hoy en día tienen al mundo
en jaque. El terrorismo y las guerras en oriente son conflictos no resueltos
desde la edad media, y la falta de conocimiento acerca de estos pueblos y
religiones es el punto de partida de los conflictos actuales. Los pueblos
musulmanes solo aparecen en los manuales de historia a partir de las cruzadas,
y con un punto de vista totalmente occidental, ni que hablar de otros países como
China, India o Japón, que solo son estudiados como culturas particulares
(rarezas) y que hacen su gran aparición en los conflictos el siglo XX.
Un tercer problema que afecta
principalmente a la educación de nuestro país al encasillar la historia en periodos,
es la poca importancia que le damos a hechos ocurridos en nuestro pasado más
lejano, un ejemplo claro es la poca profundidad y tiempo que se le dedica en
nuestro currículum escolar a la historia desde la edad moderna hacia atrás, en
donde en un año se debe estudiar los orígenes del hombre hasta el término de la
edad media. En nuestro sistema educacional partimos en séptimo básico con la
prehistoria, continuamos con la edad antigua y terminamos con la edad media,
todo esto en un año, para seguir en octavo básico con el mundo moderno durante
todo el año y pasar al siglo XX en primero medio.
Si bien, edad media, no es un
concepto rigurosamente aplicable al estudio de esos diez siglos con distintos procesos
y civilizaciones, si puede aplicarse esta periodización a ámbitos culturales
limitados como la formación de los imperios, el feudalismo, etc., siempre y
cuando se delimite su espacio y tiempo, y gracias a ella podamos organizar y
entender la historia de la humanidad. Para Le Goff
“La periodización se justifica por lo que
hace de la historia una ciencia, sin duda no una ciencia exacta sino una
ciencia social que se apoya en bases objetivas a las que llamamos fuentes.
Ahora bien, lo que estas fuentes nos proponen se mueve y evoluciona: la
historia de las sociedades avanza en el tiempo decía March Bloch. El
historiador se aboca a dominar el tiempo a la vez que se encuentra bajo su
poder y, a medida que el tiempo cambia, la periodización se vuelve para el
historiador una herramienta indispensable”. (97)
A pesar de toda la carga con
que esta dotada el concepto de la edad media, para efectos pedagógicos debemos
entenderla como los siglos en donde se configuraron los actuales países de
Europa, junto a sus idiomas y culturas, es aquí en donde surgen instituciones vigentes
hasta el día de hoy, como el parlamento, la universidad y la banca, y donde
distintas culturas se relacionaron y expandieron hasta configurar el mundo que
conocemos hoy.
Bibliografía
- Eco, Umberto. La Edad Media, I. Bárbaros, Cristianos y Musulmanes. México: Fondo
de Cultura Económica, 2015. Impreso.
- Heers, Jacques. La Invención de la Edad Media. Barcelona: Editorial Crítica,
2000. Impreso.
- Le Goff, Jacques. ¿Realmente es Necesario Cortar
la Historia en Rebanadas?. México: Fondo de Cultura Económica, 2016. Impreso.
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