Como es costumbre cada vez que viajo a ver a mi familia, me reuní en la noche con mis amigas de infancia, íbamos a ir a un pub, pero una de ellas tenía un esguince y no podía salir, así que nos quedamos en su casa. Más tarde se nos unió un amigo del colegio y celebramos toda la noche reunidos en torno a la mesa y a un rico ponche de duraznos.
A eso de las 3:30 estábamos comenzando a sentir los estragos del vino y aprontándonos para irnos a nuestros hogares, cuando a las 3:37 comenzó un remezón, se movían las lámparas colgantes y todos guardábamos calma, pero se comenzaron a caer las cosas, los vasos caían al suelo, las botellas, arrancamos a la puerta de la cocina y entre mis 3 amigas y mi amigo nos abrazábamos, esperando que el temblor parara, se corto la luz y nos costaba mantenernos en pie, estábamos aferrados a la puerta y todos tiritábamos, una de mis amigas lloraba y mi amigo apaga su cigarro, no era momento de estar fumando…
No termina de temblar y tomo mi celular y llamo a mi mamá, que vive en una casa de 2 pisos con problemas estructurales desde su construcción, me contesta histérica, solo alcanzo a decirle que deje la casa y que cuando pase todo me iba a la casa, que no se preocupara que estaba bien…
Termina el temblor, se levanta la familia de mi amiga, a la luz de las linternas nos damos cuenta que estábamos cubiertas por una capa de polvo blanco, la casa resistió bien el temblor, pero la pintura se descascaro.
Cada uno preocupado por sus seres queridos, mi hermano mayor que vivía en concepción en esa fecha, mi papá que vivía solo al otro lado de Angol, amigos que estaban en otras ciudades. El primer presentimiento de todos fue que el epicentro fue en Concepción, y que el temblor en realidad tenía características de terremoto.
Un poco más tranquilos, con mi amigo decidimos irnos, pero la familia de mi amiga no nos dejo abandonar la casa, por temor a replicas y porque no se sabía cómo estaba la ciudad, obligados a quedarnos en la casa, tratábamos de comunicarnos pero los celulares murieron.
A las 4:30 aparece mi mamá en un auto con el pololo de una de mis amigas, venían a buscarnos, aprovechamos de subirnos con mi amigo, el recorrido de un extremo a otro de la ciudad era catastrófico, casas en el suelo, gente corriendo por las calles, los autos a toda velocidad, los bomberos, carabineros y ambulancias recorriendo la ciudad, puentes cortados, sin electricidad, solo alumbrando con las luces de los autos.
Al llegar a mi casa, mi hermano no estaba, había sacado el auto y fue a ver a mi papá, mi mamá tiritaba y no quería entrar a la casa. Espere a que llegara mi hermano y subimos juntos a buscar linternas y frazadas para abrigarnos, esa noche dormimos en el auto por temor a las replicas. Los muros de las casas vecinas estaban a punto de caerse, de hecho el muro de la casa más antigua se cayó al patio de mi casa, y el muro de la otra casa se movía con la presión de un dedo.
Al revisar los efectos del terremoto en mi casa, no habían fallas estructurales ni grandes grietas, sólo se quebraron los vidrios del negocio del primer piso, se cayeron todas las repisas, el microondas colgaba del cable de conexión, se cayeron los televisores menos el plasma que mi hermano alcanzo a bajar, se quebró toda la loza, vasos y copas, se movieron todos los muebles de mi casa, se quebraron espejos, el refrigerador estaba a un metro de la pared, perdí muchos recuerdos y muchos tragos, mis botellas de champaña, tequila, whisky, etc.
Ya pasada la noche, sin electricidad, agua y conectividad, encendimos la radio del auto y por fin pudimos dar con una señal y nos enteramos que el terremoto se había sentido hasta Santiago, y que estaba la mitad de Chile en la misma situación.
Recibimos la visita de familiares que venían a preguntar como estábamos, por lo menos la familia de la ciudad estaba bien, mi papá no sufrió daños, solo se le cayeron cosas, mi tía que tiene un negocio, perdió toda la mercadería de licores que tenia, todas sus repisas se cayeron, también perdió helados y productos congelados, se requirió de 2 días enteros para ordenar y limpiar.
No teníamos noticias de Concepción, en la radio decían que el epicentro había sido en la octava región, pero no se tenía comunicación. Después de discar demasiadas veces el teléfono de mi hermano, a eso de las 5:30 logre comunicarme, estaba bien en la casa, la cual quedaba en una parte alta de la ciudad, por lo que si había tsunami no llegaba el agua, me dijo que fue fuerte el movimiento y que cuando se normalizara la situación llamaría.
Esa noche no dormimos nada con mi mamá, escuchábamos la radio, el gobierno decía que no había alerta de tsunami, pero la gente que llamaba a la radio decía que el mar se había llevado ciudades enteras. Mi hermano logro dormir, entro a la casa a eso de las 6 de la mañana a dormir en el sillón de la entrada, con mi mamá fuimos a la bencinera a llenar el estanque de bencina, nos encontramos con una enorme fila de cuadras de vehículos que iban a lo mismo, estuvimos 2 horas esperando.
Luego de eso vino la búsqueda de agua, en Angol hay mucha gente que tiene pozos, así que recurrimos a las amistades para poder juntar agua. Estuve toda la mañana ordenando la casa, limpiando y sacando sacos y sacos de basura, loza, vidrios, etc. Mientras mi mamá ordenaba su negocio con sus trabajadores, el cual estaba en el suelo. El local del centro de la ciudad perdió el techo y no se podía entrar a recuperar la mercadería.
Al medio día, llegaron mi tía con su familia, venían de concepción, y venían muy asustados, nos contaron que la gente subió a los cerros, que habían incendios, que la gente saqueaba los locales, los puentes estaban cortados, la carretera estaban llena de grietas que no se podía transitar.
En la tarde fui a ver a mi papá, y de paso recopilar mercadería, los locales estaban cerrados, las panaderías no atendían ya que los hornos se cayeron, se derrumbaron supermercados, murió gente entre los escombros de casas, todo un desastre.
Las replicas no paraban, a cada rato se movía el suelo, esa sensación de estar alerta en todo momento para salir corriendo, es estresante, además sin tener los suministros básicos, sin comunicación, sin saber que fue lo que en realidad paso, saber que fallo, porque las cosas no funcionaron, porque habiendo tanta tecnología nada funcionaba…
La rabia que sentía contra el mundo por perder mis únicas vacaciones en 2 años, las cuales se vieron empañadas por esta catástrofe, y lo peor estaba por venir, en 2 minutos y medio cambio todo, pero lo que vino después, las consecuencias fueron igual de horribles, para poder volver a Valparaíso tuve que cruzar por las regiones afectadas, en un viaje que duro más de un día, con carreteras y puentes cortados, enormes tacos, replicas, y más encima llegar a un trabajo en una central de emergencias, con alertas de tsunamis y un inicio atrasado de clases.
No perdí seres queridos, mi hogar no tuvo mayores pérdidas, pero el trauma de vivir una situación así, a menos de 2 horas del epicentro del terremoto, viendo como se derrumba tú alrededor, sin contar con información, para una persona como yo, periodista, que está acostumbrada a manejar la información, a tener el control, fue una experiencia que no quiero repetir, pero que sin embargo me prepara para futuras vivencias.
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